El Periódico 17-1-08
¿Cuánta agua necesitamos?
• Para aplicar la nueva cultura del agua hay que reutilizarla, recuperar la captura autónoma y desalinizar
RAMON Folch*
Si no llueve en las próximas semanas, seguramente habrá restricciones de agua en primavera. Paradójicamente, las depuradoras seguirán vertiendo la casi totalidad de los 650 hectómetros cúbicos anuales que procesan (solo se reutilizan unos 15, menos del 3%). Un hectómetro cúbico es mucha agua, la que cabría en un envase que tuviera por base una manzana del Eixample y 100 metros de altura (35 pisos). O cuatro veces el campo del Barça lleno hasta la bandera. Pues cada año, en este país de sequías crónicas, las depuradoras vierten 635 hectómetros cúbicos de agua tratada, más de 2.500 campos del Barça llenos de agua a rebosar, cuya depuración cuesta más de 250 millones de euros. Sí, vertimos 635 millones de metros cúbicos de agua previamente tratada, el 20% de toda el agua consumida en Catalunya en un año. Vertimos más del triple del agua que se pretendía trasvasar primero del Ebro y luego del Ródano. Antes que capturar fuera el agua que no tenemos, deberíamos no tirar el agua de que disponemos.
No tenemos red de transporte en alta de aguas regeneradas. Por eso no tenemos sistema de reutilización de agua. Aunque las depuradoras dispensaran agua destilada, no haríamos gran cosa con ella, salvo verterla. Es lo que hacemos. Legislación en mano, podríamos destinar el agua tratada a multitud de usos. Pero no podemos, porque los usuarios potenciales deberían irla a buscar con tinajas y aljibes a la depuradora... Sin red de transporte en alta, no hay, a efectos prácticos, agua regenerada. La necesitamos.
¿Cuánta agua necesitamos? Con los actuales niveles de consumo --que podríamos reducir, y mucho--, unos 3.120 hectómetros cúbicos anuales. Solo un 18%, unos 570 hectómetros cúbicos, van al consumo doméstico; la agricultura y la ganadería se llevan el 73%, unos 2.270 hectómetros cúbicos; y la industria, 280 hectómetros cúbicos, el 9%. Lo malo es que la demanda de agua doméstica cuelga de las cuencas internas (los ríos que no van al Ebro), que recogen poca agua: donde está la población, no está el agua. En años secos, se presentan déficits de disponibilidad. Pero si ahorráramos un poco, sobre todo en agricultura, que es donde consumimos más y con menos eficiencia, y si reutilizáramos la mitad del agua depurada que vertemos, saldríamos adelante.
LAS CUENCAS internas de Catalunya abastecen las zonas más pobladas (áreas de Barcelona, Girona y, parcialmente, Tarragona-Reus). Es el 92% de la población catalana y el 40% del agua total consumida. De la cuenca del Ebro sale el 60% restante, mayormente dedicado a la agricultura. En años secos, las cuencas internas pueden tener un déficit de 100-150 hectómetros cúbicos, y por eso el extinto Plan Hidrológico Nacional preveía un trasvase de 190 hectómetros cúbicos anuales de la cuenca del Ebro. Pero no hablaba de ahorro, ni de gestión de la demanda, ni de reutilización. Era la vieja cultura del agua: tú gasta lo que quieras que yo ya saco de donde sea lo que haga falta. Ahora hemos adoptado una nueva forma de actuar, pero aún nos faltan infrastructuras para aplicarla. Es un momento delicado, y más en un año seco: tenemos una nueva cultura medio desarmada para hacer frente a una viejo problema armadísimo.
Para hacer de la nueva cultura del agua una realidad, hay que gestionar la demanda, reutilizar agua regenerada y recuperar la captura autónoma, además de desalinizar cuando no haya más remedio. Gestionar la demanda significa marcar límites en el consumo para incrementar la eficiencia y la contención. Escalar los precios es una buena manera de inducirlo. La agricultura deberá avenirse a ello. Hay tanta mejora por lograr que con voluntad y proyectos adecuadamente financiados pueden obtenerse grandes resultados. Basta con mirar a Israel o Marruecos: riegan el doble con la mitad de agua.
AQUÍ ENTRA en juego el agua regenerada y sus redes de distribución en alta. Irrigar y abonar una hectárea de maíz en el Baix Empordà cuesta entre 700 y 1.000 euros al año; en los cultivos de Llagostera y Solius, regados con agua regenerada procedente de la depuradora de Castell-Platja d'Aro, que ya contiene componentes fertilizantes, basta con entre 400 y 700. Ahorro de agua y de dinero, pues. La captura autónoma del agua de lluvia en cisternas de nueva generación y la reutilización de las aguas grises (duchas y lavabos) en las descargas de los WC, redondearían la nueva estrategia. La nueva cultura el agua necesita sus nuevas correspondientes infrastructuras: plantas de regeneración, conducciones en alta de agua regenerada, sistemas autónomos modernos e irrigaciones eficientes.
Eso o trasvasar del Ródano unos 190 hectómetros cúbicos anuales. Sería técnicamente posible y rebajaría la presión extractiva sobre nuestras cuencas, pero resultaría caro (900 millones de euros de inversión), nos crearía una nueva dependencia, daría argumentos a quienes aún quieren trasvasar el exhausto Ebro hacia el sur y, sobre todo, nos retrotraería a la vieja cultura del pobre que malgasta, que es una forma de incultura. Precisamos justamente lo contrario, creo, máxime a las puertas de un cambio climático adverso. Precisamos ser autosuficientes en un recurso que nos basta si lo empleamos como es debido. Pero tenemos la mentalidad y las infrastructuras que nos han traído el problema, no las que deben resolverlo. Tenemos que cambiarlas. De inmediato.
*Socioecólogo. Director general de ERF, presidente del Consejo Social de la UPC.
Font:
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idnoticia_PK=475058&idseccio_PK=1006&idioma=CAS
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