Un pescador de L'Estartit abre cada día paso al río, que ya sufre la sequía desde el Pirineo
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EDWIN WINKELS, SETCASES
La preocupación empieza en Ulldeter, en pleno Pirineo a más de 2.200 metros de altura, y acaba en la Gola del Ter, a nivel del mar, 208 kilómetros río abajo. "Ya son dos años sin apenas nieve. Un año más así, y la fuente se va a secar", dice el francés Patrick, uno de los vigilantes del refugio de Ulldeter, encima de Setcases (Ripollès), donde nace el río Ter con un fino y fresco hilo de agua. "Llevo toda mi vida aquí, que ya son 74 años", dice Pere Vilanova, vecino de la última casa de Cal Bonic, un núcleo de Torroella de Montgrí (Baix Empordà) en la desembocadura del Ter, "y nunca había pasado que en invierno el río no lograse llegar al mar".
El Ter está mal, muy mal. Su falta crónica de agua es preocupante para Barcelona y su entorno, ya que el 75% del líquido que bebe el área metropolitana procede del río (el otro 25% viene del Llobregat), e inquieta y enoja a la gente de Girona. O tal como dice Joan, un jubilado de Setcases: "El Ter nace en Girona, visita Barcelona y muere en Girona, pero justo en su breve visita a Barcelona le quitan todo el agua".
Pero para poder sacarle agua, primero debe llevarla. Ahora entra poquísima del Ter en los embalses de Sau y Susqueda, que la almacenan antes de racionar su salida hacia el tercer pantano, El Pasteral, donde comienza la tubería de Aigües Ter Llobregat que se lleva una media de seis metros cúbicos (6.000 litros) por segundo hacia la planta de tratamiento de Cardedeu (Vallès Oriental) y de ahí a la zona más poblada de Catalunya.
Regresión continua
Esa reserva gigantesca de Sau y Susqueda, juntas pueden albergar hasta 400 hectómetros cúbicos (400.000 millones de litros) de agua, se reduce cada día de manera dramática. El jueves, entre los dos contenían menos de 89 hectómetros cúbicos. La semana pasada, perdieron 1.670 millones de litros, y así va cada semana. El agua sale por abajo --Barcelona y Girona la necesitan-- pero por arriba casi no entra.
"La última gran tormenta que recuerdo fue en verano, cuando cayeron 90 litros. Después, una nevada en noviembre y poco más", dice Patrick en el refugio de Ulldeter. "Y sin nieve, no hay agua que luego se filtre por la tierra y nutra al Ter".
Desde Setcases, el Ter es el típico riachuelo de alta montaña que va nutriéndose del subsuelo y de otros cursos de agua. En Ripoll recibe al Freser y ya debería presentar un caudal importante, que antes abastecía a la industria textil. Baja hasta desviarse hacia Manlleu, donde se le junta el Gurri justo antes de llegar al embalse de Sau. Ahí, en Osona, las granjas de cerdos siempre contaminaron el Gurri y el Ter, que cuanto menos agua transportaban, más veían subir el nivel de nitratos de los purines que se filtraban por el suelo.
El bajo caudal crea también otro tipo de riesgo en las aguas de Sau y Susqueda, al sufrir eutrofización: se enriquecen demasiado de nutrientes, por lo que crecen en abundancia las algas que después, al pudrirse, consumen gran cantidad de oxígeno y hacen imposible la vida de peces y otros organismos. Con apenas un 20% de agua en el pantano de Sau, la antigua iglesia de Sant Romà de Sau se encuentra ahora más emergida que nunca. Corriente abajo, el puente medieval de Querós, en Sant Hilari Sacalm (Selva), se exhibe en toda su belleza y del inmenso embalse sobresalen los restos de viejas masías.Pocos recuerdan los tiempos en que los pantanos también servían para regular la salida del agua y evitar inundaciones. La última vez fue en 1996, cuando un temporal casi desbordó a la presa de Susqueda y el Ter causó destrozos en su cuenca. En Sant Julià del Llor (Selva), Bautista Puigdemont solo recuerda "el diluvio del año 40, la única vez que he visto pasar agua por el puente romano", que desde hace siglos ya solo cruza un lecho seco tras el desvío del Ter más hacia el oeste. "Dicen que es la peor sequía desde hace 60 años, y se nota", añade Josep Blanquer, "aunque recuerdo haber visto el pantano de Susqueda una vez aún más bajo que ahora". Puigdemont tiene el huerto triste, no puede regar y solo tiene plantadas algunas cebollas, lechugas y alubias.
Es el reflejo de la queja de los agricultores del Baix Ter, que protestan porque ese desvío necesario del Pasteral hacia Barcelona reduce de manera alarmante el caudal en los últimos 75 kilómetros. La Agència Catalana de l'Aïgua estableció un caudal mínimo de 3,68 metros cúbicos por segundo en Girona y 4,4 en el tramo final, de Colomers a L'Estartit (Baix Empordà), pero el Ter no lleva ni una décima parte.
Pere Vilanova, el vecino más inmediato de la Gola del Ter, donde pesca angulas y regenta el restaurante Ter-Mar, conoce más que nadie qué efectos tiene eso. En verano puede ocurrir que la arena de la playa tape la salida del Ter hacia el mar, pero entre noviembre y marzo, época en la que Vilanova y cuatro hombres más tienen permiso para pescar angulas, nunca lo había visto tan mal.
"Este invierno, mi hijo y yo vamos con palas cada mañana a la playa a abrir un paso de cuatro metros al río por el que las angulas puedan entrar a buscar agua dulce. No me había pasado nunca. Lo que antes mi padre pescaba en una noche, ahora lo captura en un mes", lamenta Vilanova, mientras mira un Ter sin corriente y de medio metro de profundidad.
1 comentari:
La Plataforma PETIC aposta per recolzar a través de firmes ciutadanes la Plataforma pel Ter i les entitats que li donen suport per tal de salvar el Ter: http://www.efirmas.com/49304/
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